Con un poema bajo el brazo y la solidaridad del pueblo de Molina con el pueblo saharaui llegué a Tifariti, tras un camino de casi 300 kilómetros por el desierto, lleno de baches y el polvo que nos cubría. Pero éste es poco precio para lo mucho que uno se trae de allí. Y es que cuando uno ve el orgullo, la dignidad y la lucha de este pueblo se da cuenta de que todo esfuerzo es poco cuando se trata de compartir unos días con ellos.
Llegamos el domingo ya casi de noche tras ocho horas de viaje. Tras esto nos sirvieron la cena y descansamos. Los dos siguientes días fueron de trabajo, de ponencias que dejaban ver el gran apoyo internacional con el que cuenta la causa de este pueblo, castigado por el destierro y por las durísimas condiciones del desierto en el que viven desde hace ya más treinta años. Hay que decir que fueron intervenciones de gran nivel, dado que las delegaciones, procedentes de los cinco continentes estaban compuestas por expertos en cooperación internacional.
Llegamos el domingo ya casi de noche tras ocho horas de viaje. Tras esto nos sirvieron la cena y descansamos. Los dos siguientes días fueron de trabajo, de ponencias que dejaban ver el gran apoyo internacional con el que cuenta la causa de este pueblo, castigado por el destierro y por las durísimas condiciones del desierto en el que viven desde hace ya más treinta años. Hay que decir que fueron intervenciones de gran nivel, dado que las delegaciones, procedentes de los cinco continentes estaban compuestas por expertos en cooperación internacional.
Quizás lo más sobrecogedor de todo lo que presenciamos fue la destrucción de nada menos que 3.320 minas personales llevada a cabo en tres grandes explosiones. Cuando pienso que el pueblo saharaui debe convivir con estos artefactos enterrados en el suelo que pisan (hace varias semanas murieron tres niños por la explosión de una de ellas), me resulta inconcebible como puede haber países, como España, que autoricen la venta de este tipo de armas.
En Tifariti intercambié con Nuria Mesa, de la Asociación de Amigos del Pueblo Saharaui, el poema de Rafael Alberti por un collar saharui que previamente había cedido Nafta, la mujer que se encargó de nuestra atención en la jaima. Puede que no fuera más que un acto simbólico, pero si no fuera por esa extraordinaria capacidad humana de llevar nuestros sueños a la práctica el pueblo saharaui habría dejado de existir hace muchos años.
¡Sahara jurría!
(¡Sahara libre!)
1 comentario:
El chema este sí que es un tipo solidario. Ahí me gustaría ver al alcalde, en lugar de tanto inaugurar pantanos, digo bingos
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